Yo ya estoy acabado, jugué y perdí, vi, toqué, saboreé, tragué y exploté. La tormenta te convierte en otra persona, te desplaza, te arrastra, te hace suyo, y cuando te quieres dar cuenta tú eres esa tormenta, tú la has provocado, tú te has creado a ti mismo.
Todo ese cúmulo, todos esos “aguanta”, todo ese “ánimo” ficticio, falso, de portada de revista, todas esas palabras vacías, todo eso se une, se amontona, todo dentro de la misma estrecha cajita, hasta que la presión es superior a ella y se quiebra, entonces todo sale a la superficie y tú muestras tu verdadera cara. Tu jodida, puteada, asquerosa, cabreada, destrozada, resentida y sádica cara.
Todo lo que queda después es simplemente sangre.