“Cuando todo haya terminado el mundo quedará vacío”
Esa frase lo persiguió durante meses, años, siglos, y podía dar cuenta de que poco a poco se iba haciendo realidad, todo a su alrededor moría pero él seguía en pie; firme, impasible, con la misma cara todo el rato, con la misma mirada cansada, él seguía en pie, como si el tiempo ni siquiera lo despeinara.
Su creador, a quien él mismo dio caza y asesinó ya predijo la hecatombe, la caída de toda civilización, el caos en el que se sumió el mundo en los años venideros. “Esta vez es distinto” se decía a sí mismo al ver un escarabajo muerto y petrificado en su camino. “De ésta nadie se salva”, pero él seguía en pie.
Había visto caer imperios, había visto líderes romper a llorar y hablar del fin, había visto regicidios, derrocamientos, golpes de estado, disparar contra la multitud, el ejercito tomando la ciudad, lo había visto todo. Pero nunca, nunca había visto lo que sus ojos, casi impasibles, contemplaban ahora.
“…y el mundo quedará vacío”